domingo, 3 de mayo de 2009

El pudú le cuenta a Laura la historia de la Pincoya


El pudú la esperaba a la salida de la escuela. Estaba sentado en el pasto del jardín y se miraba las pezuñas ausente.

- ¿Te pintas las uñas? -le preguntó Lauraé Velquén antes de saludarlo.
- Nooo ¿Cómo se te ocurre? Soy macho
- ¿Y qué? ¡Eso son tonterías!, a mi, por ejemplo me gustaría ponerme bigote cuando hace frío por la noche. Tener un bigotillo de quitaypon...
- ¡Qué cosas dices, Lauraé!
- ¿Y por qué tan serio, hoy?
- Lo que pasa es que hoy estoy nostálgico. Estaba recordando a una...
- Pudú, niña -le interrumpió Lauraé sin dejarlo terminar.
- No, ese es el problema que no es pudú es una gacela y claro ¿Cómo le digo a una gacela que salgamos por el bosque?
- Pues diciéndoselo. No seas sosito
- Pero es que si corremos ella será mas rápida. Si saltamos, ella brincará mas alto. Si nos reimos ella reirá más. Y poco a poco se dará cuenta que no soy tan interesante.
- Bueno pero para entonces ya habrás recorrido parte del bosque con ella y sabrás quien es y le habrás contado la historia esa que me ibas a contar a mi, la de la Princesa no se cuantos.
- Pincoya, Lauraé. Por eso he venido porque quiero contarte esa historia.
- Vamos entonces debajo de aquel árbol y me la cuentas. ¿De verdad no te pintas las uñas?
- No ni tampoco me pongo polvos de talco, ni zarcillos en las orejas, ni desayuno yogur con cereales ¿Puedes entenderlo?
- ¡Uy, vaya carácter!

Lauraé y su amigo el pudú, se sentaron debajo del una patagua de flores blancas

- Mira, te voy a contar la verdadera historia, la que conocemos los animales del bosque, no esa patrañas que inventan los humanos para darse miedo.
- ¿Patrañas? ¿Qué es eso?
- Mentiras poh Laura, mentiras. Se dice por ahí que la Pincoya es una especie de bruja que se lleva a los marineros al mar y los ahoga entre sus largos cabellos rubios y eso es una mentira mentirosa del verbo mentir, mentirosísimo.
- ¿Y entonces?
- La Pincoya es la hija de Millalobo, el rey de los mares y de Huenchula
- ¿Huenchuuula? ¡Qué divertido nombre! Mi madre me dice a veces, ¡Mira niña no te pongas huenchula! Jajaja
- Lauraé te estoy contando el cuento en serio. Hoy estás muy poco escuchadora.
- Y tú muy dramático, Venja. ¡Bueno, ya! la hija del rey de los mares y de la chuli.
- Tuvieron tres hijos Pincoya, Pincoy y Sirena, rubios y hermosos, que vivían en los mares. No se les podía mirar a los ojos porque se convertían en agua. De hecho cuando era guagüita, su madre la llevó para que la vieran los abuelos, sólo mostraba un manto dentro del cual la Pincoya estaba arropada. Sólo podían tomarla en brazos. En un momento de distracción de la madre. Los abuelos quisieron verla y se quedaron maravillados de esa luz, de ese encanto, pero al instante empezó a deshacerse.
- ¿Cómo a deshacerse?
- Sí, a convertirse en agua. Por suerte su madre se dio cuenta a tiempo y se llevó el manto húmedo al mar con la fortuna de que la Pincoya se reconstituyó de nuevo en niña.
- A ver si lo entiendo: cuando estaba en el mar se convertía en cuerpo y cuando estaba en la tierra se convertía en agua.
-No exactamente, he dicho cuando la miraban a los ojos...
- Lo decía porque me recuerda a mí misma, que cuando tengo una cosa quiero otra y cuando tengo la otra quiero la primera.
- Es la condición humana. Los pudúes no somos así.

Hubo un momento de silencio. Venjamín se quedó mirando la arboleda. Laura Violeta lo observó callada.


- Cuéntame más, esta interesante.
- La Pincoya nació de la magia y por eso es mágica. Es un espíritu del bien que avisa a los pescadores
- ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Aún?
- ¡Cuánta pregunta! Sí, aún. Sale del mar y baila. Va vestida de algas y collares de caracolas, en sus pequeñas orejas lleva dos caballitos de mar, como aretes vivos, en los tobillos pulpitos brillantes que se enroscan como pulseras.
- ¡Qué liiiinda! Eso me gusta.
- Si baila de espaldas al mar es que va a haber escasez de pesca, avisa a los pescadores para que no salgan a pasar frío y aprovechen para reparar sus redes y sus barcas. Si baila de frente al mar es que habrá muucha pesca y las barcas volverán llenas de peces y mariscos.
- Es como una sirena de la guarda.
- Efectivamente, algo así. Una princesa mágica de la isla de Chiloé. Quien la ve bailar se contagia de la luz y será mágico y adivinará las cosas.
- ¿Tú la has visto?
- Una noche que no tenía sueño me asomé a la playa desde una loma cercana y vi una sombra de cabellos largos que descansaba tumbada en el suelo. Se enderezo y empezó a dar vueltas como un remolino, acercándose a las olas hasta que se perdió en la noche de las aguas.


- ¿Eres adivino, entonces?
- No sé
- ¿Dime, qué crees que voy a ser yo?
- Yo te veo como a ella, como un espíritu de luz que ha venido a la tierra para llenar de risas los corazones.
- ¡Qué bonito!
- Es que no te he dicho que la Pincoya sólo ayuda en las noches de poca pesca a los marineros y pescadores que sonríen. Por eso en el puerto los capitanes y los patrones contratan a los mas risueños, a aquellos que tienen brillo en los dientes y los ojos dispuestos a que llegue la risa.
- Así debería ser el mundo. Me cargan los amargados -respondió Lauraé
- Asi debería ser, pero ahora has sido tú la que has dicho lo de debería.
- Bueno, a veces me contagias. Por cierto si sólo contratan a los alegres, no vayas hoy al puerto. jajaja.

El pudú se rió también. Lauraé le paso la mano por el lomo suave

- Uhmmmm. ¡Me gustas tanto! -dijo Venjamín
- Pero no te confundas yo no soy una gacela. Ven cuando quieras. Me gusta que tengas sirenas en tu memoria. Y además, cuando tienes la mirada perdida dan ganas de abrazarte.

Venjamín salió trotando, siempre le pusieron nervioso las muestras de tanto afecto.

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