viernes, 27 de febrero de 2009

Laurita Lectora y las sirenas cantoras



En todos los lugares existen seres extraordinarios. No importa lo difícil que sea vivir cada día, esos seres: mujeres o niñas, hombres o niños se distinguen por su LUZ. Tú los miras a los ojos y al fondo se ve esa luz, esa alegría, ese brillo que tienen las personas especiales.

Así era Laurita Apaza, una pequeña y linda india aymara, que vivía en la frontera entre Chile y Perú. Su familia era muy humilde. La madre de Laurita trabajaba mucho, de sol a sol, para poder mantenerla a ella y sus hermanas. Y ellas iban a la escuela por la mañana y en la tarde corrían por los campos delante de su achachik. (¡Ah! Es posible que no sepas lo que significa “Achachik” ¡Que tonto! No me daba cuenta que es una palabra aymara que las niñas españolas no tienen por qué conocer).


Pues sí los aymaras llaman a los abuelos: achachik. El de Laura Apaza y sus hermanas era un hombre soñador, algo loco, algo despistado, siempre dispuesto a la caricia, siempre con un libro bajo el brazo. Jugaban y jugaban y al terminar se sentaban en un ribazo del camino y su achachik les leía de su viejo libro, forrado con un papel de periódico que ya no se podía leer. Les leía y les leía.


En ese libro nuestra amiga Laurita Apaza conoció historias de magos y caballeros andantes (caballeros a caballo, como corresponde), de dragones y países remotos, de osos blancos y palomas negras. Laurita siempre recuerda aquella tarde que les leyó “Las noches blancas” y ella se emocionó al pensar en la pobre Nastenka cruzando sobre el puente helado del río Neva su desdicha de amor. Se dio cuenta entonces que los libros son un tesoro, que dentro hay vida, personajes, risas y lágrimas.


Se dio cuenta que dentro viven historias y hay territorios en los que las cosas son posibles y le entró la prisa por saber leer, para poder conocer todas aquellas historias y contarlas a su hermana Wara, la pequeña Wara.


¡Vaya otra vez se me olvida que no saben lo que significan las palabras de este idioma! Es fácil: Wara significa “Lucero”. Ya hablaremos otro día de ella. Lo que quiero contarles es que Laurita mientras acariciaba el papel de periódico desgastado del forro del libro de su achachik, decidió que quería ser “lectora”.


¿Será esa una profesión: ser lectora? Amaneció con esa idea en la cabeza. Se lo preguntó a su madre:

- Mamá ¿Se puede ser lectora en la vida?

- Claro, hija, las personas más importantes son lectoras. Leer no sólo es una profesión, es una actitud en la vida. Cuando lees te apropias del mundo, vives otras vidas, conoces mucha, mucha gente ¿Por qué me lo preguntas?

- Es que quiero ser lectora.


La mamá de Laurita Apaza sonrió muy contenta y antes de ir a trabajar le dijo a su padre si podría regalarle a la inquieta niña su libro de “La isla del Tesoro”. Ese que tenía las letras grandes y los dibujos coloreados en pastel. El abuelo que adoraba a Laurita le dijo que sí, ¡Cómo no! ¡Sí, si si!



Así pasó el tiempo y Laura, ya una joven muy bella leía y leía, se sentaba con los niños de las plazas a leerles, iba a los sanatorios a leer a los enfermos, leía en el mercado a los hijos de las señoras que iban a comprar, leía el sermón de la iglesia, leía por las noches a su pequeña hermana Wara y así hasta que se hizo locutora y leía en la radio “Platero y yo”, “La Iliada”, “La odisea”, los cuentos de los Hermanos Grimm, la historia de Miguel Strogoff, del Conde de Montecristo, del Señor de los Anillos, los libros de Harry Potter. Llegó a ganar el premio de “Las mil y una noches” de lectura sin descanso.


Cada día era mas feliz y en las noches soñaba con sus libros, aparecía en sus sueños al hermoso Ulises navegando entre la tempestad frente a la isla de las sirenas. Y las sirenas muy hermosas tenían el rostro de sus hermanas. Una se llamaba “Waraqucha” (que en aymara significa “Lucero del mar”) otra “Warayana” que significa “la estrella que viene de lejos”. Y en sus sueños esas sirenas no eran malas y arpías, sino alegres y bondadosas criaturas que ayudaban a Ulises a descansar para llegar con mas fuerza a reencontrarse con su familia.


Un día cuando ya era mayor y su madre tenía canas blancas y su achachik ya estaba viejo, viejo. Llegó a la casa Laura Apaza, trayendo de la mano a su propia hija Lauralia Achanqará y les pidió que se sentaran y fue a la cocina y preparó café y sacó del bolso unos pasteles riquísimos y todos se sentaron. Entonces sacó un libro y se lo dio a la pequeña Lauralia que empezó a leer despacio y claro: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.”


Y la sala de estar resplandeció de alegres lágrimas y todos se miraron comprendiendo que aquello era el amor y agradecieron a la vida que Laurita Apaza hubiese querido ser lectora, mientras la pequeña Lauralia seguía:

Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel...”


Mientras esto ocurría Laura Apaza regresaba en su imaginación a ser Laurita y escuchaba a las sirenas cantoras diciéndole al oído: ¡lee, lee, traspasa los muros, deja que tu imaginación llegue a todos los mundos, que todas las vidas pasen por tu vida! y no pudo evitar que su risa fresca interrumpiera la lectura: ¡jajajajajjjjjjjjaaaaaa!

martes, 17 de febrero de 2009

Laura Ureña, Artesanita

Laura Ureña es dominicana, ya ha cumplido los seis años y habla y habla como una cotorra sin freno, le gusta el color del cielo de las mañanas, las flores del camino a su colegio, las faldas de la señorita Azucena Trujillo, la diadema que le regaló su tía Amanda “la jabaíta”, le gusta vivir, eso le pasa. Le gusta sentir que su cuerpo crece y su mente se llena de ideas y palabras y ¿Qué va a hacer sino hablar?

Habla en los recreos con un amiguito que se llama Johnny Alberto. Le llaman el “Yonico”, tiene siete años y es de alto como ella. Mas serio que un ajo, porque quiere ser piloto de guerra. Laurita trata de convencerle de que no, de que la guerra es mala, de que al revés debería ser piloto de paz.

Cuando no lo convence le dice “pero bueno, chico, por lo menos ríete”. Yonico se sonríe, a eso alcanza, pero la risa no está en su semblante, sin embargo nuestra Laurita es una reidora, porque sí, porque existen las calles y las casas, porque su mamá la aprieta contra su pecho, porque sí, porque tiene abuelos y primos y amigos y la vida entera por delante.

Hoy la “seño” les preguntó en la clase que escribieran en un cuaderno lo que querían ser de mayor y al lado hicieran un dibujo.

- ¿Qué quiero ser yo, si quiero ser tantas cosas? ¡Ay madre que compromiso! ¡Ay Yemayá! ¿Qué pongo? –se dice en alto a si misma

Lo que mas le gusta es pintar y hacer figuras de barro y castillos en la arena de la playa de Samana y sortijas y collares con los tallos de las flores. Y se imagina vendiendo en las ferias sus obras y que la invitan a otros países para hacer exposiciones.


Suelta la imaginación y se ve en una escuela de un pueblo bello, muy bello, con playa y montaña, con plaza y mercado, enseñando a otros niños a pintar y esculpir. Se ve ya mayor y bonita, con un moño y una falda tornasol como la de la señorita Azucena Trujillo.


Quiere ser artista artesana, quiere crear cosas para embellecer las calles y las casas, quiere que sus obras rían y hagan pensar en la esperanza

- No en la guerra, chico –le dice a Yonico

Bueno ahora tengo que hacer la tarea, piensa y escribe en su cuaderno:

Quiero ser artesanita

Y dibuja una plaza con casas azules y amarillas, con balcones con tiestos de flores moradas y en el centro de la plaza una mesa y sobre la mesa un collar, un jarrón, un torito con cuernos, una caracola pintada de arco iris. Detrás de la mesa una niña con trenzas negras y ojos grandes, grandes y una sonrisa abierta. Detrás un toldo rojo y blanco que dice en el centro “Taller de Laura artesana. Arte que sana.”


Pasa por su mesa la señorita Azucena y se queda mirando su trabajo. La mira con orgullo de maestra. Laurita siente el calor de esa mirada y percibe que Yonico las mira también desde su dibujo del cazabombardero gris. Y quiere llegar pronto a casa para contarlo. “Mamá, mamá quiero ser artesana” “Abuela, abuelo, quiero ser artesanita”.

Camina rápido por la calle del Puertoprieto cuando la alcanza Yonico


- ¿Sabes lo que he escrito que quiero ser? –le pregunta su amigo
- ¡Pues claro niño! Lo de siempre pi-lo-to de gue-rra. ¡Uhmmm!
- Nooo, te equivocas. Quiero ser piloto de la Cruz Roja ¿No viste la cruz en la cola de mi avión?
- Eso es mucho demasiado –ríe Laura Ureña y sin saber por qué le da las gracias

Este es el cuento de hoy, Laura mía. ¿Qué serás tú? ¿Qué pasará por tu cabeza linda? Todo vendrá como la primavera. Te envío macadaimas y frutas de la pasión desde esta isla dominicana. Y sobre todo te mando las ganas de verte.

domingo, 8 de febrero de 2009

Laurita Cienfuegos, inventora de los caramelos revolucionarios


Tiene 7 años, es mulata ¿Qué significa mulata? Hija de negro y blanca o de negra y blanco: uno de cada color, café con leche. ¡Qué divertido!

Además ¿Quién no tiene un padre de cada color? Religioso y ateo, conservador y progresista, chileno y española, presente y ausente, alto y bajo, gordo y delgado. Mulatos somos casi todos.

¡Ay que me estoy perdiendo! Decía que tiene 7 años, se llama Laurita Cienfuegos, nació en Pinar del Río, cerca de La Habana, donde vive, vuelve del colegio con su uniforme de color burdeos. Atraviesa la plaza de la Catedral deprisa.

Tiene una idea en la cabeza. Ya sabe lo que quiere ser cuando sea mayor. Tiene una visión, es decir se ve a sí misma de mayor haciendo algo que la entusiasma. ¿Tienes tú, querida lectora mía, alguna visión de ti misma cuando seas mayor?


Cierra los ojos y piensa. Imaginate con la edad de tu mamá ¿Qué quisieras estar haciendo? ¿Dónde estás?

¿Lo conseguiste? Eso es una visión y las visiones nos mueven, nos hacen pasar deprisa las plazas de La Habana para conseguirlas.

Pues sí Laurita Cienfuegos, es una niña muy lista, que sabe ya lo que quiere ser de mayor, que ha decidido serlo y que cruza por delante del Restaurante El Patio y busca el puesto de la señora Inés que vende azúcar refinada ¿Por qué quiere comprar azúcar? Te lo diré: para hacer caramelos de distintos colores.

Laurita, mi querida niña lectora, quiere ser inventora. Había pensado ser médica para ayudar a los niños que se enferman en las selvas de Africa y a sus padres y a sus abuelos, pero hay muchos de sus amigos que quieren serlo y ella quiere ser especial.

Además se ha dado cuenta que aquí en Cuba hay mucho que hacer ¿Para qué irse a África? Su primer invento va a ser fantástico: unos caramelos de un sabor muy dulce y de distintos colores y sabores, que tienen que coincidir.

Me explico: los de color azul deben saber a azul, los de color rojo a sabor rojo. Pero lo que tendrán de nuevo es que al deshacerse en la boca dejarán una suave sensación de compromiso, dejarán unas ganas tremendas de ayudar a los otros, despertarán la necesidad de estudiar y ser mejor.

Esos caramelos habrá que llevarlos siempre en los bolsillos para comerlos cuando nos llegue la pereza o el mal humor o las ganas de hacer diabluras o la tristeza de algunas tardes.

Serán los caramelos revolucionarios de Laura, se llamarán “ciendulces” “cienluces” “cienrisas” “ciensueños” “cienbesos”. Y todo porque ha comprendido que quiere ser una nueva revolucionaria de un mundo que necesita ser mas dulce.

Pasa así corriendo por la plaza Laurita Cienfuegos que quiere ser cuando mayor inventora de una nueva dulzura. Esa escena breve, esa luz mágica de La Habana vieja, esa expresión del rostro de esta niña es lo que quiero que imagines antes de dormir.

Duerme entonces, mi tesoro, sueña y duerme.