domingo, 15 de marzo de 2009

Lauraé y el pudú sabio

No puedo decir mi nombre. Es una antigua regla de quienes somos espíritus. Es decir de quienes ya no habitamos en el mundo de los vivos. Han de transcurrir 500 años muertos para poder revelar la identidad. Yo aún no los cumplo.


¿Qué es lo que sí puedo decir, entonces?

Que habito en la isla Grande de Chiloé, que supongo todos saben que está al Sur de Chile.

Que llegué aquí por primera vez en 1.558 en la expedición de Juan Fernández Ladrillero ¡Qué tiempos aquellos!

Que ya siendo ánima o espíritu gravitante gané el concurso de espíritus protectores en su categoría de “vigilante de la guarda A” y me asignaron el archipiélago de Chiloé.

Que aquí paso los días recordando aquel momento en que llegamos y pusimos a esta tierra el nombre de “Nueva Galicia” porque nos recordaba a esa tierra mágica que es Galicia con sus bellos bosques, sus costas, sus ríos…y además de pensar y pensar, observo a una tataratataratataranieta que el destino me dio en estas tierras. Ella se llama Laura Violeta Velquén que en Huilliche significa “ser fresco”, pero también “lagartija de mar”.


Mi tarea principal como espíritu protector es escribir cuentos, porque en estos tiempos de prisa, las madres ya no saben inventarse cuentos, ni casi los abuelos y las abuelas. Así es que yo los escribo y cuando encuentro a alguno de estos seres modernos haciéndose el interesante porque van a contar un cuento a una niña o un niño les soplo en el oído alguna historia que tenga alguna gracia y un poco de cultura y algún valor a seguir y algo de fantasía, en fin, ustedes saben, los ingredientes que debe llevar un cuento.


Les confesaré, sin embargo, que este cuento que les cuento es el que menos me ha costado escribir ¿Por qué? Porque es la copia fiel de una conversación que tuvo mi tataratataratataranieta Laurita Velquén con su pudú, el día antes de cumplir 6 años. Ella, no el pudú.


¿Qué es un pudú? ¡Por la bendita energía protectora! ¿Cómo no saben? Es un venadito, un cervatillo que nunca crece. Mírenlo en este dibujo.


El pudú de Laurita también está bajo mi protección. Se llama Venjamín, no Benjamín, sino Venjamín, que significa el “pequeño sabio”.


Ya no me enrollo más. Esto es lo que oí:

- Hoy he decidido que todos los nombres de las cosas deberían terminar en “é” –dijo de pronto Venjamín

- ¡Vaya tontería! ¿Y por qué? –le increpó Laurita

- Pues porque así todo lo que hablásemos parecería verso. Tendría un sonido permanente. Ayudaría a dormir mejor

- Uhmmm, no sé. ¿Te gustaría llamarte Venjaminé?

- No me importaría… la verdad. Ni ser un pudué. Y sería bonito llamarte Lauraé.

- No me convences –dijo Laurita poniéndose una mano en la cadera como su abuela - ¿Por qué en é?

-Como nuestra tierra: Chiloé. Todos somos hijos de la tierra. Ella nos da sustento, cobijo paz

-Según esa teoría si hubiésemos nacido en…por ejemplo…en Madrid. Todos los nombres deberían terminar en “d” y ya me dirás tú como sería llamarse Venjamind. Terminarían llamándote Venjamaind o Venjaminz.

-Pero es que nosotros somos de Chiloé ¿Por qué preocuparse de lo ajeno? Además en Madrid no hay pudúes. Deberías saberlo.

-Deberías…deberías ¡Ay, cómo estás hoy de mandoncito! Mira, mi pequeño pudú, yo a veces no sé de donde soy. Podría ser de cualquier parte, del mar, de las montañas.

-Pero eres de Chiloé. Ya te darás cuenta. Los seres vivos somos de alguna parte. Venimos a hacer algo en algún sitio. No es casualidad.

-¿Y no podemos ser del lugar que queremos ser? –preguntó Laura Violeta


Por un momento el pudú Venjamín se quedó pensando. La pregunta de su amiga era buena. Miró hacia las aves que sobrevolaban el acantilado y luego clavó sus ojos redondos y buenos en los bellos ojos de Laurita Velquén


- Sí, eso también es cierto, pero ¿No crees que cada uno de nosotros quiere ser de los lugares que ama? ¿Acaso no amas tú esta tierra, tu casa, tu familia, este olor que hay por las mañanas? Un día escuché en la radio de tu madre una canción que decía: Uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida.

-¿Y qué pasaría Venja si yo amase más de un sitio?

- Que deberías…perdón borra el deberías…que serías de varios sitios. Necesitarías un corazón más grande, más serenidad para que en ese corazón todos viviesen juntos.


- Entonces es posible que yo llegue a ser Laura Corazón Grande

- Es bonito. Ahora bien para amar las cosas hay que conocerlas. Sólo amamos lo que conocemos, aunque tengamos fantasías por lo desconocido ¿Sabes por qué nuestra isla se llama Chiloé?

- No, supongo que porque sí

- Pues, no señorita, las cosas tienen sus orígenes y es importante buscarlos, conocerlos.

- Bueno, sabiondo, cuéntame. Ya se que quieres demostrarme que sabes mucho.

- Me llaman “pequeño sabio”.

- ¿Y qué? Yo soy lista, que a la larga puede ser más interesante y menos latero. Pero estoy dispuesta a que me cuentes. Dime

- La isla se llamaba chillwe en el idioma mapudungun y cuando llegaron los españoles empezaron a llamarle chilhué, porque eran bastante duros de oído y de ahí fue convirtiéndose de generación en generación en Chiloé. ¡Eso es! –exclamó satisfecho el pudú.

- ¡Pues vaya rollo! No me aclaras nada ¿Qué significa chillwe o chilhué?

- En el idioma de los mapuches significa “lugar de chelles”

- ¿Y que son los chelles? ¡Ay Venjamín, hijo, que difícil que hablas!

- Los chelles son los gaviotines. Mira ese que vuela sobre la roca grande. El de la cabeza negra.

- ¡Aaaahh! Entonces la isla se llamaba así porque estaba llena de gaviotines.

- Sí y también había muchos zorros chilotes y lobos marinos y toninas y esos caballos que se llaman mampatos y estaban tambien mis tatarabuelos pudúes.

- ¡Cuánto sabes Venja! Te lo digo en serio. Eres un poco pedante pero da gusto estar contigo.


Venjamín se sonrojó cuando Laura Violeta le dijo esto y acercó su mejilla a su cabeza


- Y puedo contarte la historia de la Pincoya, la Princesa de los Mares de la Isla Grande de Chiloé ¿La sabes?.

- No, Venja, pero es que tengo que ir a mi casa a hacer los deberes del cole. Es muy importante hacer los deberes y tengo que colorear este dibujo. ¿Me lo cuentas esta semana cuando volvamos a vernos?

- Bueno, sí. Hacer los deberes es muy importante para saber mucho de mayor ¿Puedo pedirte una cosa antes que te vayas?

- ¡Claro Venja! Para eso eres mi amigo

- Déjame llamarte por unos días Lauraé

- Bueeeeno

-Y mira te he compuesto estos versos para tu cumpleaños:


Al despertarme pienso en Lauraé

Durante el día espero a Lauraé

Ya por la tarde me encuentro a Lauraé

Llega la noche y sueño en Lauraé

¡Que suerte tengo que existas, Lauraé!

6 años cumples, ¡500 te esperé!

Seré por siempre tu amigo el pudué.

¡Que cumplas muchos, princesa de la “é”!


Laura Violeta Velquén se abrazó a su cervatillo y se fue corriendo para contarle a su mamá, aunque sin darse cuenta al pensar en ella musitó "mamaé"

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