martes, 26 de enero de 2010

Niños de Haití


Quiero hablarte de Haití, Laura, En algún momento, cuando regresemos del colegio por las calles nevadas de este Madrid invernal, quiero que mires estas fotos de niños de ojos grandes y bellísimos que se han quedado sin padres, sin casa, sin país.

No para que te aflijas, no porque el terremoto les haya asolado hoy, porque esto viene de tiempo, Laura, aún sin terremotos, estos niños no tienen nada de lo que tú y tantas niñas de nuestro mundo tienen. Muchos de ellos eran niños esclavos. Condenados a no tener escuela, a trabajar para poder malcomer.

Quiero que hablemos de lo que tú y yo podemos hacer por estos niños haitianos del futuro, por los niños de otras partes del mundo, de tantos lugares en los que la injusticia, la desigualdad o la cólera incompasible de la Naturaleza produce estos escarnios.

¿Qué se te ocurre? Pienso que podríamos trabajar por ellos. Para eso es importante que estudies, que tengas herramientas ¿Qué se te ocurre Laura, que dependa de nosotros, de nuestro esfuerzo?

Yo sólo te pregunto, para que los dos hablemos, para que no dejemos que la comodidad y la fortuna involuntaria de haber nacido donde hemos nacido nos disculpe de no hacer nada. Haití, Laura, está en muchas partes, también a nuestro alrededor, en todos los que sufren.


En las lágrimas de los niños que lloran de auténtica tristeza y soledad. ¿Ves? No hay tiempo para aburrirse. Tenemos mucho que hacer, por el momento podríamos contarles cuentos, hacerles reir, compartir con ellos el pan de esta merienda.

Te escucho...

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