domingo, 18 de julio de 2010


Me he traido tu foto a la Clínica para hacerme la idea de esas noches que en la madrugada llegas a mi cama y me dices: "abuelo, abuelo, es que no puedo dormir" o "abuelo es que he soñado y si no te lo cuento a ti, sólo puedo contármelo a mi misma" y yo ye hago sitio y te abrazo y tu te das la vuelta y dormimos.

Esta noche me darán el primer somnífero de mi vida y quiero soñar contigo, por eso para guiar mi sueño me he traído esta foto, la que sabes que me gusta más.

viernes, 16 de julio de 2010

Un viaje al corazón



A Lauri Soriano nunca le sorprendió su facilidad de cambiar de tamaño. Así fue siempre, si quería jugar con las figuras de la estantería más alta crecía hasta tener la altura adecuada, si quería esconderse debajo de la cama se hacía tan pequeña como una de sus bolas de cristal. Cuando la silla era alta hacía crecer sus piernas, cuando el cojin en el que se sentaba en el suelo era algo escúalido reducía su pompis y tan ricamente...


Lauri no estuvo muy de acuerdo cuando le dijeron que ella no podía estar presente en la operación de su abuelo Ambrosio "¿Cómo que no?" "Pues porque no" le dijo su madre Amaranta "porque cuando lleves un día en la clínica vas a empezar a aburrirte y...no estoy yo para eso". Lauri entendía, pero no quería entender.

Llegó el día en que prepararon el largo viaje que su madre y su tío debían hacer a lo largo de mares, cordilleras, lagos, estepas, superficies de todos los colores, de todas las extensiones y de todas las lenguas y Laura Soriano, ya había decidido su estrategia. Les dio un beso en la mejilla a cada uno y se retiró a hacer sus deberes al cuarto. Pero no, ¡Qué va! Lauri se hizo del tamaño de un pequeño ratoncito y se escondió en el bolso de mamá, en el que iban los bombones Godiva, las gafas de sol, el monedero, los peines de carey, un libro de un tal Bolaño o Boleño o Milaño y un dibujo de ella misma, que Amaranta llevaba siempre consigo.

De esta manera Lauri Soriano llegó a la sala de operaciones de la Clinica Wonderland, momentos antes, cuando se despedían de su abuelo en la habitación. Ella salió del bolso, descendió por la correa y se metió en el bolsillo de la bata del enfermero que manipulaba la camilla. Luego fue fácil, salir del bolsillo, esconderse detrás de un frasco de suero y mirar desde el cristal a su abuelito querido. Fue en ese momento que se le ocurrió una locura de las suyas ¿La hacía, no la hacía?

No era fácil, necesitaba hacerse del tamaño super-S, es decir apenas unos milimetros de altura y ponerse algun vestido que no se mojara mucho. Entontró un papel de plástico transparente donde venía la jeringuilla y se metió dentro, le hizo unos gujeros para sacar las piernas y los brazos y ¡sanseacabó!.



En un descuido de la enfermera se acercó a la sonda que le estaban poniendo en el brazo y por allí, ni corta, ni perezosa entró en el cuerpo de su abuelo Ambrosio, que a esas alturas estaba pálido como una vela y con unos ojos de mareo que la hicieron sonreir.

"¡Qué pasillo tan largo! ¡Qué calorcito! Suena un reloj y qué facil flotar en esta agüita roja, densa y cálida. ¿Para dónde voy? Hacia las manos!"

Y hacia allí se fue hasta llegar a un lugar con un cartel que decía "Mirador del Metacarpo" desde donde se abrían 5 caminos, metacarpiano 1, 2, 3, 4 y 5. Lauri se detuvo a mirar, cerró los ojos y pudo ver la mano de su abuelo, pequeña y blanda, tomando por primera vez la mano de la abuela Sarabel "¡Qué cosa tan rara!, ¿Cómo está esto aquí? ¿Cómo puedo verlo?, que olor a jazmines hay en estas manos, que dulzura sentirlas y saber que son manos de mis manos, cuanto cariño se tienen".



Laura emprendió luego el camino del brazo para llegar al codo, con lo que le gustaba nadar le fue sencillo y allí en esa curva del tendón del biceps, se sentó a descansar apoyada en el húmero "Cerraré de nuevo los ojos a ver que pasa... ¿A quién toma el abuelo en sus brazos? ¿Por qué llora? ¿Y este niño tan bello recien nacido? ¡Uy! si flexiona mas el brazo me hará daño ¡Qué rico es, que pelón! Si es mi tío "pequeño volcán", lo he visto en las fotos de bebé, acaba de nacer y ya el abuelo lo adora.

Mientras nadaba en dirección al hombro comprendió Laura que lo que pasaba es que en cada parte que se detenía podía ponerse en contacto con los recuerdos y las emociones de su abuelo y encontró que era de lo más divertido. Conforme avanzaba hacia el hombro sintió un calor de tendinitis un poco agobiante. Uff qué cansancio, por suerte había una rotonda con un banco y un cartel que decía "Mirador del acromion" y se sentó de nuevo dispuesta a sentir que había por allá y se sorprendió al ver la cabeza de su madre apoyándose en el abuelo.

"que bonita mi mamá apoyada en el hombro de su padre, que amor se tienen, que manera de sentirse orgulloso y le está diciendo mami que está embarazada y él la abraza ¡Que bien saber que tenían tantas ganas que yo naciera!


Y en ese instante Laura comprendió muchas cosas y le vinieron a los ojos unos brillitos con irisaciones encarnadas y pensó en su mami y que tal vez no debería haberla desobedecido ¿Qué pasaría cuando la abuela les llamara para decirles que no la encontraba? ¡Uffff dios mío! Decidió entonces bajar al corazón y salir enseguida, antes que entrara un bisturí y la hiriera o que se perdiera en aquellas arterias oscuras, como túneles negros y entonces vió todos aquellos caminos luminosos que decían Zoe sonriente, Zoe de chocolate, Zoe de Calcuta, Zoe de las zoes, ¡Qué maraña! y cada vez el tic tac más cerca y un ruido de pájaros y una piscina grande y unas alas por dentro: los pulmones y fotos de los bisabuelos y toda la familia en venas y peces con la cara de los primos y los sobrinos y una sirenita con un camafeo con el nombre de Adelina Gil, pero en realidad era la cara de la tía Cande.


Así Lauri llegó a una explanada y enfrente, como una fresa de rubí, estaba el corazón tictaqueando, cerro los ojos y se puso azul, como si fuera un corazón de príncipe, lo cerró aún más y vió una ventana, se asomó y vio un espejo como si fuera el cofre de un tesoro, lo miró y allí estaba el tesoro: era ella misma: Laura Soriano y detrás el abuelo sonreía. No dijo nada entonces, sonrió, se le cayeron unas lágrimas y entendió el secreto. Ese que está en el fondo de todos los corazones: el lugar al que pertenecen, las cosas que nunca se podrán olvidar y una palabra única, la auténtica, la que responde a todo, la palabra que su abuelo queria mostrarle para siempre de los siempres, de la sempritud misma: AMOR.