sábado, 14 de agosto de 2010

Tu santo, Laura


Hoy cariño, mientras inicias tus vacaciones, es Santa Laura, una de las dos que se celebran en el año, la otra es Santa Laura de Córdoba, el 19 de octubre. Pienso en tí y te deseo olas y soles y que no encuentres un pulpo que me sustituya cuando juegues a ser la sirena Mónica.

Te he recordado mientras leía a un escritor colombiano, que se llama Héctor Abad Faciolince, que me ayudó a descubrir tu abuela. El párrafo dice:

"Tengo que estar vivo para verte crecer. Tengo que estar vivo para buscar todas las respuestas que yo no sepa y que tú quieras saber. Tengo que estar vivo también para explicarte que hay preguntas sin respuesta y preguntas que, a veces, es mejor no hacerse"

Eso siento yo también, Laura del laurel, que tengo que estar vivo para acompañarte en las risas y los paseos y para regalate ramos de flores y helados.

Lo necesito y esa necesidad, Laurita niña, me cura, me hace cicatrizar más deprisa las heridas, me apaga los dolores, quita a la tos sus alfileres y envuelve las tardes de este agosto de invierno, en el olor a los jazmines del agosto que tú vives, en el mar de la vida y la cultura.

Acabo estas líneas cuando es la madrugada del 15 de agosto y te lo digo porque, aunque tú no lo sepas, este es también un día señalado en tu vida, sin un 15 de agosto resplandeciente y necesario hoy no estarías floreciendo como la bella flor que eres. ¡Ay, ya te lo explicaré!

Me lanzo al agua, te persigo y te encuentro.