jueves, 15 de enero de 2009

Del Aura y del laurel

Este es un cuento Laura que te escribí antes de nacer. Estabas aún en la tripita de mamá. Era verano y te presentía.



La tarde a la que me refiero Laura prefirió salir de la casa y sentarse a la sombra de la higuera. Cumplía ese día la no despreciable edad de 7 años y medio. A ella no le importó nunca el dicho de que los medios años solo se contaban para los burros. Tal vez porque ella adoraba a los animales.


El resto de la familia dormitaba en la siesta del caluroso mes de agosto del sureste de España. ¿Por qué se encontraba desasosegada? ¿Por qué estaba tan meditabunda (a ella le gustaba hacer trabalenguas y decir meditabaja y cabizmunda)? ¿Por qué esas ganas de estar sola y pensar?


Ese día había avanzado un nivel mas en el juego digital “En busca de la pregunta perdida” y sentía que mientras buscaba la pregunta extraviada salvando obstáculos de colores deslumbrantes, descerrajando mazmorras, salvando fosas, domesticando dragones fosforescentes, escalando barandales de espinas, iba llenándose de otras preguntas que despertaban las risas de mamá y las miradas sorprendidas de sus primos y los amiguitos con los que se reencontraba año tras año ¿Por qué soy niña? ¿Quién lo eligió? ¿A qué lugar pertenecía antes de nacer? ¿Por qué cierro los ojos para dormir y puedo soñar con los ojos abiertos? ¿Qué es pensar, dónde se aloja el pensamiento? ¿ Por qué todos los que creen en Dios están seguros que el suyo es el verdadero? ¿Quién sería yo si mamá no hubiese nacido?


La tarde a la que me refiero su principal preocupación era la de saber cual era su destino en el mundo ¿Qué había venido a hacer a la vida? ¿Cuál era su misión? ¿Quién era Laura, ella, la traviesilla y dulce Laura?


Salió sola de la casa de campo, del olor al arroz con conejo (pobre, conejito, pobre) y se sentó debajo de la higuera del costado de la casa para sorprenderse una vez mas de que la higuera oliese tan contundentemente a higuera.


¿Habría venido para inventar juegos de imágenes tridimensionales en los que sus personajes cambiaran de personalidad en cada escena, se transmutaran, fuesen cambiando de edad y de vida? ¿Habría venido para viajar por todo el mundo consiguiendo fondos para ayudar a los niños de África, para que todas las niñas de África tuviesen trenes eléctricos teledirigidos y todos los niños muñecas enfermeras de la ONU? ¿Por cierto que era eso de la ONU, para qué servía?



Una mariquita estaba parada frente a sus pies. Era como si la estuviera mirando. Ya no podía apartar su mirada de ella. Era magnética, de un color rojo brillante y más grande que las mariquitas que había visto hasta ahora. ¿Estaría muerta?. Acercó el dedo corazón y la mariquita, subió por él, velozmente.

- ¡Qué cosquillas!

Subió por su brazo sin resbalar.

- ¡Qué buena escaladora! ¿Adónde te has creído que vas, desvergonzada?-pensó

La mariquita retornó hasta su dedo corazón y volvió a la inamovilidad más absoluta

- Me está mirando ¡Vaya chinita rara!

Todo eso se decía Laura cuando sucedió lo que no vais a creer


- ¿Cómo te llamas niña? Yo me llamo Rita


Era imposible lo que acababa de suceder ¿Le había hablado la mariquita? ¿Era el calor del mes de agosto? ¿Se había dormido sin darse cuenta?. En realidad no había oído nada, pero la había escuchado.


- ¿Cómo te llamas? Yo me llamo RIIIITAAA


De nuevo y esta vez era una percepción más intensa con mas volumen. Era una voz invisible, que se escuchaba directamente en su interior. ¡Qué nervios! ¿Sería su misión inventar el lenguaje de las mariquitas?


- Me llamo Arancha. ¡Uy no! Arancha es mi madre. Me llamo Laura. No es real que me estés hablando ¿Cierto?


- Claro que te estoy hablando. Lo raro es que me contestes, porque yo suelo decirle cosas a los de tu especie y nunca responden. Os creéis superiores, bueno en realidad debo decir que se creen, porque tu me has respondido. Laura es un bonito nombre, es la hora del día que más me gusta, la hora de “laura”, cuando las hojas están llenas de un rocío fresquito y riquísimo para ducharse, la hora de la aurora, ese instante perfecto en que una raya de luz subraya el horizonte


Laura se frotó los ojos, seguramente estaba tan absorta que no se daba cuenta que era un nuevo nivel de su juego digital. No, no tenía los audífonos puestos. Estaba la higuera con su penetrante olor a higuera. La sierra al frente, la casa de los Lifante, el Monasterio de Santa Ana y la mariquita ¿Rita? En su dedo corazón.


- Creo que tu te refieres al aura, pero yo me llamo Laura, no aura. Dime una cosa Rita ¿Todas las chinitas habláis?

- ¿Qué quieres decir con eso de chinitas? Yo soy una mariquita, de la familia de las catarinas de la huerta del Segura

- Chica, no te ofendas, en el país de mi padre, en Chile, a las mariquitas les llaman chinitas. ¿Qué importancia tiene?

- Los nombres tienen mucha importancia. Nos señalan, nos identifican, nos diferencian. Los nombres nos permiten existir para los otros. No tengo nada contra las chinitas, pero en mi comunidad nadie sabría de quien hablas. No sabrían que soy yo, Rita la mariquita, quien subió a tu dedo mas largo y consiguió obtener respuesta de esta especie vuestra tan ensimismada y extraña

- ¿Ensimismados y extraños? ¿Nosotros? Mira, rica, digo Rita, los humanos hablamos sin parar, somos inteligentes, vamos al colegio, tenemos todo tipo de tecnologías, recorremos el mundo... pero no has contestado a mi pregunta ¿Todas las mariquitas habláis?

- Obvio

- ¿Cómo que obvio? Nunca antes había visto a una mariquita hablar

- Ni las verás, nosotras nos escuchamos, la voz es invisible como casi todo lo importante. Yo tampoco había escuchado antes a una himana

- HUMANA

- A una humana y la verdad es que estoy muy emocionada. Quiero decírselo a Gervasio ¿Me esperas un momento?

- ¿Quién es Gervasio?

- Un saltamontes muy pinturero que se las da de listo porque es campeón de salto hacia atrás en el campeonato de nuestra acequia.


Rita separó sus élitros de encendido rojo con lunares y emprendió su vuelo hacia el ribazo de juncos de la acequia. Pronto Laura no pudo distinguir los puntos negros de su brillante caparazón del color de los trajes de faralaes de Lola Flores. Claro que Laura no hizo esa comparación porque ella no sabía quien era esa Lola flores.


Ya sin la visión de la mariquita, Laura, volvió a frotarse los ojos ¿Estoy soñando? ¿Qué polvos mágicos puso la tía Antonia en la comida? ¿Había entrado sin darse cuenta en ese cuento que le gustaba tanto: “el imperio de insectilandia” del la “Primera Biblioteca Infantil de Aprendizaje” como Alicia en el país de las maravillas?



Antes de que esas preguntas le permitiesen incubar la sensación de irrealidad, Rita pasó volando ante sus ojos para posarse nuevamente en su dedo, convertido ya en mariquitipuerto, y unos segundos después, como un helicóptero azul, de un salto, con unas hermosas alas añil eléctrico, un saltamontes de tamaño mediano se posó en un saliente del tronco de la higuera.

Laura sintió unos pequeños alfileres negros clavados en sus ojos ¡Andá, los saltamontes tienen ojos!

- ¿Es verdad que hablas? – escuchó pensar al saltamontes azul

- Claro que hablo. Pronto cumpliré 8 años ¿Cómo no voy a hablar?

- ¿Qué tiene que ver los años con el hablar?... pero 8 años es muchísimo ¿No estarás exagerando? Mi abuela tiene 8 años porque ella es una langosta migratoria que llegó de Etiopía y es más resistente que nosotros ¿Eres tu también de Etiopía?


¡Qué razonamientos más absurdos! Pensó Laura, a la vez que se sentía incómoda consigo misma por haber dicho sus años ¿Qué necesidad tenía? ¿Por qué darle explicaciones a un extraño? Ahora empezaban estas divagaciones tontas y además quién puede saber como usan la información los saltamontes-


- Tiene mucho que ver, saltamontes azul, sólo los bebés no saben hablar y yo hace mucho tiempo que dejé de serlo, por si no sabes dentro de poco entraré en la pubertad

- No sé lo que es la pube esa. Nosotros los saltamontes, sabemos comunicarnos desde que nacemos, antes de la primera muda ya mantenemos largas conversaciones. Mi abuela, que prefirió venirse al Mediterráneo que cruzar el Atlántico como muchos de sus familiares, dice que somos insectos evolucionados

- Bueno, dejaros ya de rodeos- interrumpió Rita- no es común, nada común, pero nada, nada, que 3 especies diferentes podamos ser amigos. Propongo que hagamos un ejercicio de presentaciones o que hagamos una declaración conjunta o que hagamos un compromiso, o...

- No te aceleres, Rita, yo todavía no sé si la niña es de fiar. Lo mismo si te descuidas te encierra en un tarro de tomate y te diseca.

- ¡Siempre tan desconfiado, Gervasio! ¿No te has fijado en su aura? Mira esa inconfundible tonalidad morada y la corona albísima

- ¡Si, si, pero ya sabes que ellos manejan muchas técnicas para mentir y disimular. Acuérdate de Hércules, el escarabajo, amigo de mi padre. Siempre presumiendo ¡Soy de la especie más grande de escarabajos! ¡Soy lamelicornio, soy lamelicornio! Y mi padre vio como un humano lo ponía panza arriba para que no pudiese defenderse y lo metía con unas pinzas en un tarro de tomate.



Laura asistía atónita a la conversación pero no pudo seguir aguantando tanta chulería del tal Gervasio

- ¿Y cómo sé yo que tu no eres un bicho venenoso, con ese color eléctrico de discoteca que tienes, eh?

- ¿Bicho? ¿Me has llamado bicho? Perdona que te diga que soy Gervasio Acequia de Secano, mis antepasados fueron los primeros colonizadores de esta acequia, de ahí mi primer apellido, de cuando dos veces por semana se regaba la huerta de Martín el del Prao. Perdona, que te siga diciendo, que uno de mis requetetatarabuelos fue fundador de la asociación “Justicia saltamontina” que tenía su sede social junto a la casa del Motor de la Ñorica. Exijo respeto y trato digno.

- Esta bien, Gervasio, tu empezaste. No quiero ofenderte, pero ¿Cómo crees que me sentó lo del tarro de tomate? He sido educada en el respeto a la vida y al medio ambiente, así es que dejemos de colgarnos medallitas y veamos si hay algo a lo que podamos jugar, o que sentido puede tener este extraño encuentro.

- ¿Y qué haces aquí entonces?

- Vine a oler la higuera y a meditar si estoy o no enamorada

- ¡Enamorada! ¡Qué bonito! –dijo con voz lánguida Rita

- Está bien, conozcámonos, como pedía Rita. Si, soy Gervasio, aunque como he ganado por tercera vez consecutiva el campeonato de salto hacia atrás, los amigos me llaman Fossbury

- ¿Y por qué te llaman Fossbury?


Gervasio comprendió que Laura era ajena a los hitos del atletismo y prefirió dejarse interrumpir de nuevo por Rita.


- Ella es Laura ¡Qué nombre tan bonito! ¿Verdad?

- Laura la mujer del lauro –nuevamente engolado Gervasio

- ¿Del lauro?

- Si, el lauro es el árbol del laurel. A mi me encanta saltar a los laureles. De ahí viene tu nombre

- No tengo ni idea –respondió Laura- ¿Por qué estáis tan preocupados por relacionar mi nombre con cosas? Rita me hablaba de la hora del aura, tu del laurel ¿Qué mas da? Es el nombre que me puso mi madre

- Si da, si da –enérgico Gervasio Fossbury- los nombres nos preceden, nos relacionan de una forma determinada con el universo. Yo te veo laurel. Eres hermosa, tienes cara de triunfo. Podrías ser Miss algo o ganar algún concurso de la televisión

- Pero yo no quiero ser Miss nada, no pienso presentarme a ningún concurso, lo que quiero saber es si estoy enamorada.

- Eso no es fácil de saber –intervino Rita- a veces estás y no estás. A veces no lo estás cuando crees estarlo. Otras veces lo estás sin saberlo. Lo realmente importante es amar ¿Tu amas?

- Si, amar, si amo

- Concéntrate en eso, disfrútalo. Ese es el momento del aura. Por eso tu nombre me habla de ese resplandor, de esa línea luminosa que separa la oscuridad del día, el alba, la aurora, el aura. “cuando el amor está presente no puede haber nada escondido ni lejano...”

- ¡Qué hermoso es lo que dices Rita! No había pensado en ello, me pongo tan nerviosa, estoy tan desconcertada

- Ya salió el eterno femenino –tratando de recuperar posiciones Gervasio- ¿No huele bien el laurel? ¿No se adornan con coronas de laurel la frente de los elegidos?

- No los elegidos sólo requieren el calor de una mirada. El laurel es para los vencedores. Tu tan masculino siempre, tan competitivo ¿Crees que esto es otro campeonato de la acequia? Pues no, langostito, no

- Con vosotras no se puede hablar, Rita, siempre cogéis el rábano por las hojas. El tema es más simple ¿Te gusta o no te gusta el laurel, Laura?

- Creo que si, mi madre le echa hojas de laurel al agua de los espagueti, pero no sé si me llamaron así por algún laurel y además si tuviera que elegir la procedencia de mi nombre no sé si quisiese ser Laura del laurel

- Ah no me digas que preferirías ser Laura del aura, parece un juego trabalenguas ¿Y no te parece cursi eso de “luz de la mañana” “línea que rasga la oscuridad”? ¡Pavadas!

- No te mofes Gervasio ¿Qué pensarían de ti tus antepasados de “Justicia Saltamontina”?


Las metálicas alas de Gervasio enrojecieron de vergüenza saltadora, sintió el golpe certero en el abdomen, se le nublaron de rubor los 3 ocejos y miró hacia el pajar haciéndose el distraído.


- Lo curioso – intervino conciliadora Laura –es que un mismo nombre nos lleve a tanta discusión y nos evoque tantas interpretaciones. Para mi es sólo mi nombre, soy yo, es una palabra que vino a la cabeza de mi madre y me llegó como una caricia cuando aún estaba en su vientre. Pude haberme llamado Violeta porque...

- ¡Uy Violeta! ¡Qué bonito! –saltando hacia atrás Gervasio el saltamontes- Yo te llamaré violeta, la de la espoleta, la de la cometa, la de la coleta, la de la peseta

- Para Rita –prosiguió Laura sin darle bola – es el anuncio de la luz, como una premonición de alegría, para ti es la corona de los vencedores

- Yo dije de los elegidos

- Bueno de los elegidos

- ¿Por qué no las 3 cosas? –pidió Rita, muy integradora

- Tal vez –aceptó Laura –un simple nombre, pero el mío, la luz como una realidad de cada día, un destino esplendoroso de elegida ¡Me gusta!


Laura aplaudió, Rita revoloteó en círculos con entusiasmo, Gervasio saltó desde el tronco de la higuera al hombro de Laura y frotó sus patas traseras con alborozo.


- Hablar es bueno –dijo Gervasio, ya sin su tonito de sabelotodo

- ¿Incluso aunque no seamos machos? –Atacó Rita aprovechando el inesperado vuelo rasante de ternura de Gervasio

- Incluso –brillaron azules sus alas a lo lejos

- Y se me olvidaba, mi abuelo, me dijo un día que Laura viene de “aurum” que es oro en latín y que por eso soy su nieta de oro

- No por favor, no compliquemos mas las cosas. Estaba bien con 3- rogó Rita- además ya sabes que los abuelos se inventan historias para hacernos creer que somos el centro del universo

- El me ama –dijo Laura en un susurro

- Tal vez por eso –se acercó hasta su mejilla Gervasio muy galante- tienes esos ojos color verde oroviejo.


Algo le palpitó a Laura en el pecho, como si hubiese escuchado esa frase en otra vida, como si pudiera adivinar que después vendría la palabra “ginebra”, como si ese momento la transportase al centro de otra historia y los ojos se le llenaron de brillos de oro. Miró al reloj instintivamente. El tiempo había pasado sin darse cuenta.


- Me gustaría enseñarte a saltar hacia atrás – le dijo Gervasio

- Me gustaría enseñarte a volar –dijo Rita

- Me gustaría que me ayudaseis siempre a ver distintas perspectivas de las cosas –dijo Laura

- ¿Mañana a la misma hora? –preguntó Rita

- Hecho –respondió Laura

- ¿Y que hora era? –preguntó Gervasio

- La hora de Laura –contestó Laura –la de los elegidos, la hora de la magia, la de las hadas Ritas y los saltacaballeros de la Orden de la Ñorica. Nosotros sabremos, el corazón lo sabe.


Y sin ninguna explicación Laura dio un gran salto y desplegó sus alas rojas de lunares negros, volando de regreso a la casa, mientras en Rita y Gervasio se abría una flor de la esperanza ¿Serán recuperables estos himanos?, humanos sintieron que rectificaba su amiga Laura, mientras doblaba la esquina del antiguo palomar, pasaba junto a la ventana del establo, sobre los melocotoneros y los campos de alfalfa, sobre los pinos del Monasterio de Santa Ana, y los campos de la Mancha, mientras cruzaba ya el Atlántico y los Andes, recorriendo todos sus orígenes y escuchando la voz de un poeta aún desconocido para ella:


“porque mi voz es una vaga reminiscencia de la música si causa,

porque mi amor es una chispa de aquella hoguera que eterniza lo que abrasa,

Para poblar este desierto me basta y sobra con decir una palabra.

El dulce nombre que pronuncio para poblar este desierto es el de laura